domingo, 22 de mayo de 2011

Los siglos medievales en la Comarca

LOS SIGLOS MEDIEVALES: EL SEÑORÍO LAICO Y ECLESIASTICO

La gran expansión territorial sobre el Islam protagonizada por Alfonso I el Batallador, quedó completada, en lo que a la definitiva configuración territorial de Aragón se refiere, durante los reinados de Alfonso II y Pedro II con la ofensiva aragonesa en las cuencas de los rios Martín, Guadalope y Matarraña, en la desembocadura del Ebro, en las tierras de Teruel y en buena parte de las poblaciones del Gúdar-Javalambre. La instalación del nuevo poder cristiano conllevo un profundo cambio en la organización jurídica, administrativa, social, económica y militar de los espacios incorporados. La concesión de fueros, la organización municipal y la formación de grandes señoríos constituyen los instrumentos jurídicos que posibilitaron la nueva organización, así como la regulación de la vida interna de estas tierras de frontera con la extremadura aragonesa.

La impresión más general que se desprende de cualquier análisis sobre el control cristiano de los territorios serranos del Gúdar-Javalambre indica que el protagonismo de la conquista correspondió a lugares de realengo y en concreto a Teruely su termino. Por el contrario, la presencia de estas tierras de los señores laicos y eclesiásticos y la implantación de las ordenes militares tienen un carácter subsidiario que obedece a dos premisas: la necesidad de satisfacer a las élites dirigentes y el interés por evitar una hegemonía excesiva de cualquiera de sus miembros.
Aunque ya se había manifestado con anterioridad, las dificultades de algunos señoríos en el asentamiento y retención de colonos, demuestra que en la competencia entablada entre los lugares de realengo y los señores por la población, la mayor o menor rigidez de la norma básica de convivencia no era cuestión baladí. En ese sentido parece cada vez más claro que los fueros otorgados por las ordenes militares o los monasterios de sus vasallos exigían cargas más pesadas que los concedidos a sus lugares por los nobles o los obispos. Mientras estos solían contentarse con los monopolios habituales, el diezmo y la primicia, una mas extensa reserva de tierras, ordenes militares y monasterios contemplabas, ademas, rentas y en moneda, y prestaciones serviles de distinto tipo, como las contribuciones de trabajo de la propiedad señorial.

Desde mediados del siglo XIII hasta la segunda mitad del siglo XV se asiste a una progresiva configuración de la autoridad concejil que se explica en términos fundamentales económicos y fiscales. La necesidad de recursos financieros imprescindibles para las obras públicas o para el salario de los oficiales locales, justificará e irá edificando un aparato haciendístico cuyo mayor salario cualitativo se produjo con el reconocimiento de la universidad de vecinos para repartir impuestos entre los moderadores.

El resultado práctico de estos cambios de las cuentas municipales será la desaparición de unas exacciones tradicionales apoyadas en las reservas señoriales sobre determinadas partes del término y en el disfrute de varios monopolios que son asumidos desde entonces por vecinos y por el propio concejo. Es cierto que se mantienen algunos derechos feudales, pero cada vez más la intervención nuclear del señor y del rey gira en torno a la consecución de ciertos derechos fiscales, como las caballerías, pagadas al señor, o los monedajes y cenas de ausencia debidos al rey.

La fortaleza común en cada lugar, en general de pequeñas dimensiones y a menudo de tradición islámica, fue primero la defensiva del territorio y constituyó el núcleo de habitar agrupado. Desde ella el señor pudo ejercer el control de la población, por las vías de la renta , beneficiándose del trabajo del campesino. Sólo cuando el desarrollo demográfico de la zona culmina se hace necesario regular la vida colectiva en las cartas de población correspondientes a la “villa”, la residencia física del mismo no ocupa todavía un inmueble sino que celebra en el cementerio o en el atrio de una iglesia local levantado con las rentas eclesiásticas. A comienzos del siglo XIV son habituales las menciones a un muro que delimita el perímetro de la población y el parcelario urbano de las casas está plenamente desarrollado.

Es evidente que la base de todas trasformaciones hay que buscarla en el desarrollo económico y social, en la elección de los recursos y la distribución social de los mismos.
En relación con los recursos es obvio que la presencia de valles fluviales, la mayor o menor calidad de las tierras y las condiciones geográficas de cada enclave no permiten generalizar la especificación ganadera Valdelinares con la potencialidad agrícola de Mosqueruela o Mora de Rubielos.

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